Los Estudios Sobre La Juventud En México

Razón por la cual Brito (2002) propone el concepto de praxis divergente,2 para conceptualizar el proceso de construcción de las identidades juveniles a partir de su desidentificación con los grandes objetivos y valores culturales dominantes; debido a ello los jóvenes adquieren relevancia social en el momento en que sus conductas difieren de manera grupal o colectiva de otros sectores de la sociedad de la que forman parte. Éstos remiten a la construcción de un «nosotros» relativamente homogéneo en ciertos grupos de jóvenes, en contraposición con otros, con base en atributos, marcas o rasgos subjetivamente seleccionados y valorizados, los cuales a la vez funcionan como símbolos que delimitan el espacio identitario.

La mayoría de estos trabajos han tenido por objeto el análisis de rasgos sociodemográficos de los estudiantes (nivel de ingresos, estado civil, condición laboral, etcétera), así como las prácticas escolares de la población estudiantil (desempeño escolar, horas de lectura, deserción y niveles de eficiencia terminal) de los niveles: medio superior (Sosa, 2002) y superior (ANUIES, 2006; Gil, et al., 2009; Silva, 1996; Taborga, 2003). A su vez, se han desarrollado otra clase de estudios que han enfocado su atención hacia el tipo de formación que se le otorga a la juventud y su relación con los empleos que los jóvenes obtienen (Izquierdo, 1998; Jusidman, 1998; Miranda, 2003; Rendón y Salas, 2000). Mientras que otro grupo de trabajos han centrado su línea de análisis en proponer una reestructuración de los planes y programas de estudio (Guzmán, 1994) para ajustar a los jóvenes al proceso de reestructuración económica, que ha modificado la demanda laboral en relación con las capacidades de los trabajadores. No obstante, en la realidad laboral juvenil existe una gran heterogeneidad, la cual se explica en virtud de factores como: la oferta y demanda laboral, la clase social, el nivel educativo, el género, las características del hogar de procedencia, equipacion barcelona 2022 etcétera.

Estos acontecimientos marcaron el punto de partida de un intenso debate académico en relación con el origen social, organicidad y naturaleza de los chavos banda y de otras agrupaciones y fenómenos juveniles. En este orden de ideas, Guillén (1985) observó a la juventud como producto de las relaciones de poder, mencionando que la diferencia de edades, o más bien la jerarquización de la sociedad por edades da lugar al establecimiento de relaciones de dominación entre generaciones, donde la preocupación central de los adultos sobre los jóvenes gira en relación con la formación y el control que se pueda ejercer sobre los mismos. Estar «bien» vestido, estar «arreglado», resultar atractivo es importante para que te vean y te tengan en cuenta; es un hecho que permite manipular situaciones y personas. Si bien las aportaciones de Guillen (1985) siguen teniendo cierta relevancia en el estudio de la juventud dentro de las ciencias sociales, el desarrollo de los medios de producción (expresados por medio de la caída del fordismo y el auge de la acumulación flexible) (Ávila y Cruz, 2006) y de las tecnologías de la información han modificado el rol de subordinación de ciertos grupos de jóvenes (estudiantes, quienes tienen mayores ventajas en el uso y aplicación de las nuevas tecnologías y conocimientos) respecto a los adultos (Brunet, 2004). Asimismo, es pertinente señalar que con posterioridad a 1985, en el país los desarrollos teóricos en la materia fueron muy escasos, limitados y desarticulados, por lo cual, junto con la falta de difusión y continuidad de las producciones generadas, observamos que un número muy reducido de investigadores continuó su labor y del tema poco quedó.

Por ejemplo, en el caso de los jóvenes pertenecientes a comunidades populares, éstos construyen formas de ver al mundo de manera subalterna, emergiendo así nuevos referentes en oposición a la cultura hegemónica, constituyéndose a la par nuevas estrategias para el reconocimiento de la heterogeneidad. En esta lógica, es posible observar que los temas referentes a la educación y formación que los jóvenes reciben guardan estrecha relación con el empleo que éstos obtienen. En relación con los trabajos centrados en la organización juvenil, sobresalen las contribuciones efectuadas por García (1985) en cuanto al estudio de la organización juvenil de las bandas. En términos generales, la situación que viven los jóvenes en cuanto al tema de los valores y la religión es producto del estado que experimenta el conjunto de la sociedad, el cual a principios del siglo XXI no es muy alentador. Sin embargo, a mediados de la década de los noventa del siglo anterior el interés de la academia por discutir teóricamente a la juventud y la necesidad por observar las problemáticas que le aquejaban, tuvieron un resurgimiento muy interesante, lo que se tradujo en un importante desarrollo de las investigaciones en la materia, tan sólo comparado con lo que había realizado la década anterior.

Sin embargo, a principios de este siglo dicha línea de análisis ha sido replanteada con la finalidad de observar desde diferentes aristas las diversas prácticas políticas de los jóvenes, así como su aportación en la construcción de ciudadanía. Sin embargo, estos datos homogenizan lo diverso, por ello las dos últimas administraciones públicas federales, a través del Instituto Mexicano de la Juventud (IMJ) han buscado diversas aproximaciones que den cuenta de las problemáticas que giran en torno a la juventud, razón por la cual se elaboraron las Encuestas Nacionales de Juventud 2000 y 2005 con el propósito de observar las realidades a las que se enfrentan los jóvenes mexicanos en: educación, salud, trabajo, sexualidad, procreación, esfera de la vida privada, esfera de la vida pública, valores, acceso a la justicia y derechos humanos (IMJ, 2007). Desafortunadamente los avances logrados en cuanto a la condición de lo juvenil no han impactado en la elaboración de diferentes políticas hacia este sector en el país.